Finaliza la tercera edición de la experiencia MAG+S “Vivir con Deportividad”. En la casa de Guetaria, entre el 20 y 27 de Julio, nueve participantes de diferentes partes de España se reunieron, junto con los cuatro miembros del equipo organizador, para seguir creciendo en el camino de encuentro con Dios a través del Deporte.
Como en ediciones anteriores, las jornadas estuvieron marcadas por el deporte y los tiempos de oración. El primer y último momento del día era en la capilla, junto al Señor, para ofrecer y dar gracias por lo vivido. Cada día se presentaba un reto deportivo que iba en relación con el lema del día. Hubo rutas de montaña, actividades en la playa y hasta unas pequeñas olimpiadas homenajeando a la 33ª Olimpiada que se está celebrando en París. Cada participante de esta edición dio lo mejor de sí mismo en cada actividad deportiva poniendo en juego sus dones, tratando de superar sus límites y entendiendo que el deporte es camino de santidad.
Por la tarde, cada miembro del equipo organizador, realizó una pequeña exposición de temas que relacionan el deporte y la espiritualidad cristiana. Algunos temas fueron: la vocación; el combate espiritual o la victoria y el fracaso.
Tras las charlas, se propuso un tiempo para compartir en grupos y, luego, un tiempo de oración personal que terminaba con la celebración de la eucaristía.
Aprovechando que estábamos en Guetaria nos acercamos un día a Loyola para conocer los lugares más significativos. Visitamos la Basílica, realizamos una detallada visita a la Santa Casa y celebramos la eucaristía en la capilla de la conversión. Sin duda un momento especial para guardar en la memoria y el corazón. También nos acercamos a la casa del hermano Gárate para conocer el contexto en el que nació y creció el beato jesuita.
Vivir con deportividad es una propuesta diferente dentro de las experiencias MAG+S. No consiste en intentar hacer grandes cambios externos, sino de darse cuenta de que, en lo cotidiano, como en el deporte, también está Dios. Cuando competimos por el balón, cuando nos damos un golpe, cuando jugamos como niños, cuando reímos, cuando le damos la mano al contrincante,…allí está Dios. El deporte nos conecta con la parte más intuitiva de nuestro ser, tal como somos, naturales y humildes, sin esconder nada de lo que se nos ha regalado. Y todo ello genera el mayor cambio, el interno, con tal de amar y servir en lo pequeño como nos sugiere el Evangelio. ¿Te apuntas a la siguiente edición?