Creciendo Juntos 2019, Piura-Perú
Poner palabras a todo lo que he sentido, vivido y experimentado en Perú es algo difícil y que no he conseguido hacer desde que he llegado. No creo que sea porque no tenga nada que contar, sino por la gran cantidad de emociones que he sentido y por la imposibilidad de ordenar todos los sentimientos que me vienen al recordar las maravillosas semanas vividas en Piura. Aun así, poder compartirlo con vosotras y vosotros es una suerte por la que doy gracias y no puedo desaprovechar esta oportunidad. Creo que Perú ha supuesto un punto de inflexión en mi vida. Una pausa para, en la acelerada rutina en la que vivimos, replantearme muchas cosas. Ahora, que lo miro desde fuera, veo las cosas con otra perspectiva y puedo seguir dándome cuenta de la suerte que he tenido.
Nuestra tarea allí era realizar campamentos para niños. Iba con la idea típica nuestra de querer hacer mucho y ponerme manos a la obra en lo que hiciese falta y más, pero, desde el primer día y a lo largo de toda la experiencia, como bien dice Germán (quién nos acompañó en la experiencia), fui desaprendiendo y percibiendo que no se basaba en hacer, sino en estar. Y… ¡qué maravilla el estar! Cuando me di cuenta de esto, los ratitos que más valoraba no eran los de juego en sí, sino los que he tenido la suerte de poder estar con otros, hablar o, incluso, compartir el silencio, pero siempre con compañía.
También creía que yo podía llevar mucho y aportar mucho, pero, en realidad, la que se lleva más aprendido y, desaprendido, soy yo. Tenemos la idea equivocada de que nosotros vamos allí a ayudar en todo y a enseñar lo que podamos. Pero yo he tenido la suerte de que sea al revés. Me han ayudado a pararme y replantearme todo lo que creía obvio. Me han enseñado a valorar, a querer, a disfrutar del momento presente, a llorar de felicidad como nunca había hecho antes. Y, me han ayudado y hecho ver otro horizonte en mi vida, cuestionándome si el proyecto de vida que siempre he deseado es el que de verdad me podría hacer feliz.
Tenemos mucho que aprender. Una de las enseñanzas más grandes que me llevo es el vivir el presente, el ahora. Nos tiramos la vida entera pensando en el futuro, en qué voy a hacer el fin de semana que viene, qué voy a estudiar, a qué me voy a dedicar. Allí, no piensan en el mañana, porque no saben qué les puede pasar. Es fuerte, pero al mismo tiempo es precioso. Me han enseñado a valorar el momento presente, a disfrutar del momento, del instante, del ahora. Es algo hermoso y, os digo de corazón, que hace que podamos disfrutar mucho más de lo que estamos haciendo, del momento, de la compañía, de la conversación, del lugar, del amor… y también me han enseñado a darle gracias a Dios por, como dicen allí, un día más de vida. ¿No es precioso? Gracias Dios por un día más de vida.
He sentido dolor, mucho dolor. Dolor por la injusticia, dolor por la resignación, dolor por la incomprensión. Pero no me resigno. No me resigno a que mi mirada siga siendo la que era antes de vivir lo que he vivido; no me resigno a que esto sea un simple paréntesis en mi vida; no me resigno a que Perú sea una experiencia más.
Perú me ha cambiado la mirada. Me ha abierto una nueva ventana y una nueva forma de ver la vida. Espero, y le pido al Señor, que la ventana peruana sea una presencia constante en mi vida para que me ayude a tener siempre presente lo que viví aquellas cinco semanas, a las personas, los encuentros y todo lo que me llevo aprendido. Así, en los momentos en los que me caiga o tropiece, recordaré todo lo aprendido y disfrutado allí.
María Garrido (U. Loyola Andalucía)