Este verano, la Parroquia de San Ignacio de Loyola en Almería ha sido el lugar para una experiencia de ruptura, encuentro, y profundización para 18 jóvenes MAG+S. El campo de Trabajo “Construyendo Puentes”, guiada por las Hijas de Jesus, gira en turno de la Escuela de Verano de la parroquia, pero también, reserva tiempo para reflexionar y compartir sobre lo vivido. Naike Martín Palomeque FI, coordinadora de la experiencia, nos explica que “El ritmo ha sido intenso. Salimos del colegio a las 9,30 y regresábamos sobre las 18,15. Tiempo de estar, de jugar, de educar a los niños y sobre todo de acompañarles y quererles.”
Pero este mismo ritmo intenso que se vive por fuera, invita los participantes a vivir los procesos internos con la misma intensidad. El resultado es una experiencia que marca, cambia, e inspira todos que participan.
“Yo no sé hablar de esta experiencia si no es con el corazón en la mano” dice Iciar Marquez de Pamplona. “Así que el último día, aún allí viviéndola íntegramente, dejé volar las palabras en mi mente y escribí. Escribí en media hora un repaso de todo lo que pude asimilar hasta el momento, y que sigo asimilando.
Os dejo el poema...”Darse a otros sin esperar nada a cambio.
Compartir, sonreír, regalar miradas y abrazos, bailes inesperados y tiempo gratuito.
Comprender la dureza de la realidad a través de unos ojos poco saltones.
Entender el significado de esperanza en las palabras de una madre desolada por su vida, sin poder casi cambiarla para sus hijos.
Ver la tristeza de un corazón roto al tener que despedirse a través de las miradas de unos niños.
Ser referente a corto tiempo y quedarse a vivir en muchas personas durante muchos años.
Observar unas casas de plástico con el corazón en la mano y un móvil casi nuevo en el bolsillo.
Alimentar mentes con sed de descanso.
Quedarse en paz tras desgarrarte el alma.
Llover alegría en corazones desérticos.
Temblar de ilusión tras ver a Dios en todo y otros, tras ver que merece la pena estar aquí.
Imaginar ser niño y tener que dejar de serlo por la crudeza de la vida.
Ondear al son de las olas y las sonrisas agradecidas.
Escucharte completo tras unas palabras de agradecimiento.
Correr en busca de algo que no nos quite la ilusión de seguir creciendo.
Desnudar el alma ante el peligro de la vida, buscando otra mejor alejándose de la familia.
Construir vidas en medio de fuertes debilidades.
Deshacerse en miradas silenciosas que gritan “gracias”.
Ilusionarse por un gesto de cariño y desvanecerse detrás de una sonrisa fingida.
Salir de tu ciudad y sentirte hogar en cada paso que das.
Caminar descalzo sobre heridas sentimentales, buscar poder rellenarlas.
Sangrar lágrimas no temporales y curarlas con abrazos rotos.
Agradecer cada vida cruzada y unión forjada.
Querer creer.
Unir caminos desorientados hacia un mismo lugar.
Reconocerse en otras personas.
Sentir cada motivación como emoción, emocionarse con la sencillez de lo extraordinario.
Confiar tus ganas en alguien que necesita tenerlas.
Explotar por sentir todo tan interiormente.
Quedarse a vivir en instantes y conversaciones.
Susurrar un “te echaré de menos” y ser consciente de ello.
Abrazar pequeñas vidas para crecer juntos.
Ganar sin esperar nada a cambio.
Realizarlo todo, por voluntad y amor.
Iciar Márquez Garro
20 años de Pamplona
Estudia Integración Social
Acompañantes y participantes de la experiencia